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Lubinas con sardina 2

domingo, 27 de abril de 2008





LUGARES: PLAYAS DE ARENAL Y CON BATIENTE.

TIPO DE PLAYA


Me voy a centrar en las playas constituidas por arena, de diferentes formas, orígenes y tamaño; pero, no descartaremos los guijarrales ni las tan productivas playas de cantos, que presentan ciertas connotaciones especiales.

La orilla evocadora para el surfcaster se antoja amplia, con una panorámica abierta, estirada hacia el cielo, desde la duna donde visualizamos el estado del mar. Con gran probabilidad, contará con un pequeño estuario, o algún meandro originado por el río o riachuelo que ahí desemboca. Las olas romperán en cuanto toman contacto con el fondo. Hoy, por suerte, la perspectiva es alentadora, con una vaivén de ondas que, sin ser desaforado, mantienen una batiente más que digna, espumando desde la tercera línea, a veces parando un poco la cadencia (periodo), pero manteniendo un continuo empuje merced a la reinante mar de costa, en una fase de noroeste fuerza 5.





Las mejores playas suelen contar con una orilla de inclinación moderada, que da lugar a una planicie regular que va cogiendo profundidad, alternando algunos socavones -bañeras- más o menos pronunciados, hasta que asciende dando lugar a una barra. El promontorio arenoso no es tan evidente en ciertos arenales, incluso desaparece como forma ortodoxa, dejando lugar a una serie de montículos dispersos donde la cresta de la ola acaba por ceder en primer término. Por ello, es frecuente ver algunas olas, ya caídas en blanco, junto a zonas donde la mar no ha tocado fondo aún, creando un ambiente inestable, arduo de interpretar salvo para los pescadores más experimentados en el área en particular.


TÉCNICA: SURFCASTING MEDIO-PESADO (con matices)

No me voy a extender demasiado. El surfcasting, como disciplina, abarca una serie de conceptos tan amplia, y que hemos recopilado en tantas ocasiones, que ahora no merece la pena otra cosa que concretar: pesca de lubinas, con sardina, en playas de rompiente. Para llevarlo a buen término contamos con una serie de aparejos muy seleccionados, tales como los que llevo en la caja que tengo en mi mano.

Materiales: Cañas, carretes, hilos, plomos, minutería...

No me extenderé en la gama de cañas y carretes, pues no es el objeto de este artículo. Dadas las connotaciones referidas a la especie, la geografía y la propia técnica, no serán precisos lances técnicos, que dejaremos para otro día, lugar y especie marina. No obstante, regirá el buen juicio y la previsión, pues puede que ese día encontremos la rompiente perfecta a 130 metros, y entonces echaremos de menos las bobinas con el 0,18mm; pero no es lo habitual.

En cuanto a las cañas, la extensísima gama actual de varas de alto módulo cumplirá con efectividad. Prefiero una longitud que supere los 5 metros, pues siempre es mejor un formato largo, que dejará tendido más hilo encima de las posibles acumulaciones de algas y libre de los efectos de la corriente de la orilla. Luego, nosotros decidiremos, pero para mi gusto prefiero contar con un modelo de acción media, con una cimera que flexione, que detecte la picada, prácticamente clavando ella misma. Además, esta flexibilidad permitirá acompasar los vaivenes de las olas y corrientes y usar un plomo menos pesado, y un monofilamento “serio” (0,30mm-0,35mm, hasta el 0,40mm) en la bobina del carrete. Los “palos de escoba”, como popularmente llamamos a esas cañas rígidas, de altísimo módulo y acción extra-fast son ideales para largas distancias y permiten ciertos excesos que creo que hoy no son necesarios, pues la zona de lance puede variar desde casi la misma orilla, en el área de resaca, ( unos 15-35metros) hasta más allá de los 60-80 metros, como mucho.

Algunos aficionados os habéis especializado tanto que han llegado a triunfar formatos de más de 6 metros, concebidos en un principio para la pesca con boya; se han adaptado al surfcasting con notable éxito, volviendo, una vez más, a vulnerar la ortodoxia, a ir contracorriente, como a mí tanto me gusta y practico.



Pensando en el carrete, sin duda el de bobina fija, pues la velocidad de recuperación y el lance (frecuente, pues hay que cambiar el cebo a menudo), resultan parámetros trascendentales que se cumplen con estas simples máquinas. Una vez más, la colección es desorbitada, quedando sujeto a una elección personal decantarse, por ejemplo, por un Shimano Titanos o por un Aero Technium; la diferencia de precio y calidad es grande, pero con el primero sin duda que sacaremos adelante múltiples jornadas pesqueras. Daiwa, Okuma, Sert, Mitchell, Tica, Colmic, etc, entre otros reputados fabricantes, cuentan con una surtida gama.

Picas o trípodes: prefiero las picas largas para las playas oceánicas, por el cambio de marea y la carga de arrastre de los plomos con alambres y, a veces, las indeseables algas, que pueden empujar un trípode al suelo. La varilla de acero inoxidable de 10-12 milímetros de espesor es la más usada para confeccionar picas resistentes y largas. Si bien resultan algo pesadas, acabaremos por valorar sus tres principales propiedades: si se dotan de una “quilla” plana en la parte inferior, clavan de manera óptima y son inasequibles al desarenado; las más largas ( las utilizo de 1,5 metros) permiten elevar la caña una distancia “extra”; ofrecen, a la par, cierta flexibilidad, acompasando los movimientos de la vara producidos por las olas, lo que contribuye a una mejora en el funcionamiento del terminal, clave del éxito en esta disciplina de pesca.

El trípode no acaba por imponerse, al menos en los mejores arenales del norte. La acción de la marea (sobre todo mareas vivas) hace que tengamos que mover el conjunto (las dos cañas apoyadas en el artilugio), acción penosa y que puede dar con las cañas en el suelo. Por mucho que se claven las “patas” de apoyo, ante cualquier picada o carga de algas, acaba por ceder, derribando las cañas, mojándose los carretes...en fin, que no los recomiendo en las situaciones reales de pesca.

Los terminales no van a variar mucho, pues vuelvo a reincidir que hemos optado por una técnica específica; para pescar de otra forma u otras especies a surfcasting, ya usaremos de otras combinaciones.

-Un monofilamento para llenar el la bobina del carrete: del estudio de la técnica se deduce que no será preceptivo vaciar una bobina del 0,20mm. Con un 0,30mm-0,35mm, o incluso un 0,40mm, lograremos, sin esfuerzo, depositar la carnada en el fondo adecuado, la mayor parte de las veces sito a unas decenas de metros de la orilla. Si elegimos a partir del citado 0,30mm y el lance no va a ser vigoroso, ni se precisa un plomo pesado, no será preciso “cola de rata”, anudando la madre al terminal. Cualquier copoliamida actual será eficaz, con tal que presente poca memoria y elasticidad media. Como elección personal, siempre acompaño una bobina de repuesto, cargada con un 0,26mm o un 0,28mm (más puente cónico hasta el 0,50mm-0,57mm), por si ese día mutan las condiciones (lubinas alejadas, mar de fondo que arrastra plomo) y nos faltan 20 metros.

-Un monofilamento para el terminal: uso un 0,40mm hasta un 0,50-0,52mm. Una bobina del tipo amnesia (Sunset o Noucast). El 0,40mm es muy resistente y suficiente para aguantar el shock del lance. También podemos acudir a una poliamida tradicional o una moderna copoliamida: Nou Cast Arena, Asso Ultra, Teklon, Shimano Technium...son buenos “monos” a estos efectos.

-Un monofilamento para la hijuela: como veremos, sólo suelo montar una cameta, con tres tipos de productos, a saber:

1. Monofilamento amnesia del 0,30mm al 0,40mm (dúctil, no hace rizos, se enreda poco). Podemos encontrar el producto en color negro, tono que evitará resaltes durante la noche.

2. Fluorocarbono del 0,33mm al 0,37mm-0,40mm (invisible, resistente a torsión y abrasión, algo vasto y puede enredarse)

3. Monofilamento híbrido, tipo Tubertini gorilla o top scorer (poco visible y muy resistente a tracción). El 0,30mm o 0,35mm, según condiciones de la mar y longitud de cameta.

Como veis , con disponer de estos patrones resolveréis casi todos los problemas.

Plomos: no requiere una gran diversidad:

1. Plomos de lance técnico con alambres (60-120 gramos), para mar movido, fondo revuelto y corrientes laterales. Son los populares “araña” o spike, de breakaway y similares (muy buenos los desmontables de Fondería Roma, los Roccobomb).

2. Los de tipo estrella, que se sujetan bien al fondo, pero carecen de buena aerodinámica y las aristas son fuente continua de enredos.

3. Para fondo movido: tipo piramidal (piramidón, de Fondería Roma), que aguantan de maravilla con mar de fondo, pero sin excesos.

4. Lance técnico del tipo catalán y otros: no suelen aguantar en las condiciones en que esta técnica es más eficiente, pero con mares muy continuos y corrientes hacia la costa pueden permanecer estables cuando las mareas se neutralizan un tanto (pleamar y bajamar).

Anzuelos: la gama de anzuelos (tamaños, formas, funcionalidad...) es tan vasta que resulta casi inabarcable; por ello, concretaré en relación con los formatos que permiten (predilección personal) un acertada presentación del filete de sardina:

1. Tipo Bait holder, con barbas: es de vástago alargado y curva descentrada y picante, con un arpón manifiesto. Son realmente fuertes y suelen venir niquelados o estañados, incluso con variantes inox. La numeración ideal para un trozo entero de cebo es del 1/0 al 3/0, estimo que suficientes como pauta.
2. Tipo “octopus”: curva abierta, descentrada y ventana amplia, con muerte inclinada y con vástago curvado y terminando en una anilla. Son estupendos para todo tipo de cebo grosero y adaptable a la sujeción de la sardina; no obstante, la caña es comparativamente corta, con lo que no apoyan tanto como los anteriores; además, esa amplia ventana hace que el arpón sobresalga mucho si usamos un nº grande. Los más comunes, el nº 2/0 al 4/0.
3. Triples: una solución por la que he optado en muchas jornadas. Un triple estañado, un Duratín (Mustad) o permasteel de cualquier marca reconocida va bien, en numeración del 4 al 1 (dependiendo de porte del cebo). Las ventajas: capacidad de clavado multiplicada. Inconvenientes: añade peso y puede ser detectado por una lubina desconfiada.

Fijaciones: para fijar el terminal a la línea del carrete lo mejor es contar con emerillones potentes tipo “rolling” del nº 12 o así (hay variación en numeraciones). Si queremos algo indestructible, los NT Swivel son inmejorables, pero caros.

-Para enganchar la varilla del plomo hay muchas posibilidades, como la colocación de un mosquetón con emerillón, o de un “spit link” (como un clip) o una grapa, o cualquiera de las soluciones que marcas como Stonfo, Breakaway, Genie, Blue fox, Hiro, Mustad, Flashmer...nos ofrecen en la tienda habitual.

-Para conectar la cameta podemos optar, del mismo modo, por multitud de arquitecturas, todas válidas a los efectos primordiales: evitar los temibles líos del monofilamento con el terminal. He elegido las perlas perforadas cruzadas (luego lo desarrollaremos), pero pueden ser perfectos la combinación emerillón con perlitas, los swivel (emerillón) tees (emerillón dentro de una estructura plástica por la que circula el monofilamento).

-En cuanto a los topes, acudiremos a los topes minicrimp (los tubitos metálicos que se fijan con el alicate), a los tubitos de neopreno, a los trocitos de silicona pegados, o al simple nudo “uni”.

¿A ver qué me queda en la caja? Pues una navaja (imprescindible para cortar el cebo), unas tijeras, una bobina de hilo elástico, unos tubitos luminosos (uso los del tipo “clip light” de Starlite, pues se fijan perfectamente a la puntera, duraderos y económicos)...

¡Y ya está!, contamos con suficiente material para echar una lubina de envergadura a tierra.


Montajes:

La sabiduría local ha estado siempre ahí. Antes de sumergirme en el mundo del surfcasting técnico, hace ya unos 18-20 años, ya sabía que en la playa las grandes lubinas se pescaban con “pipios” largos partiendo de la madre, con el plomo por abajo.

Un montaje suelto, dinámico, que permita que el cebo se eleve al menor impulso de la corriente, resulta fatal para un pez que se encuentra con un nutriente apetitoso, a su alcance y sin sospecha alguna de engaño.

Luego todo han sido una sucesión de perfeccionamientos, casi siempre en el mundo de los materiales, pero que no han hecho la más mínima mella en la filosofía original, de ese pescador vecino de la playa, con su vara y su carrete, lanzando a unos 60 metros con una cola de sardina y una plomada casera. Me libro, por consiguiente, de arrogarme responsabilidad alguna en la génesis de esta disciplina (como otras muchas, el descubridor quedará en el olvido, triste pena...), que humildemente intento desgranar.

El “long arm” -brazo largo- es indispensable y el montaje que siempre utilizo para este pez, y más si se trata de este método, que se inspira en el cebo grosero y los mares movidos.

Podemos construir un terminal fijo, con una línea principal en el 0,40mm hasta el 0,60mm, de unos 1,2-1,8 metros de longitud. Luego adosaremos la cameta, y para su confección no ahorraremos monofilamento. Prefiero excederme, al menos al principio, preparándola con una longitud de más de un metro, hasta superar los 2-2,5 metros. ¡He dicho 2,5 metros...! pues sí, pues un chambel muy largo facilita la acción del cebo entre aguas, y lo que es más importante: permite reducir el recelo de los peces. Aquí se adivina la idoneidad de las varas largas. Una caña de 6 metros permite confeccionar un terminal de 2 metros, pues el “drop” puede alargarse mucho. Repito: elegid, si el mar os lo permite, el montaje más alargado posible.

La posición – de partida- más efectiva es la baja, a unos 15-30 cm del plomo, pero también es la más comprometida. Normalmente, en el montante de marea, con las corrientes en dirección hacia la orilla, no suele enredarse. La posición del plomo de varillas tampoco es importante, pues suele enterrase en la arena y la hijuela ya no encuentra los alambres y puede moverse con soltura.

Podemos lanzar sin cebo y con un plomo normal (ahusado), que será arrastrado. Veremos, de esta guisa, la dirección de la corriente y, por ende, la que tomarán la hijuela en cuanto fijemos el plomo de pesca, el de alambres, al fondo. Con esta información disponemos de una ventaja, que nos reportará una ayuda cara a lanzar con la precisión deseada. He observado que, si la corriente viene a la derecha (por ejemplo) y lanzamos hacia nuestro lado izquierdo, la hijuela puede enredarse sobre la línea principal, hecho que es fácil de interpretar; por ello, será mejor apurar la dirección en el sentido de la misma corriente, pues la madre quedará tendida y la cameta con el cebo se dirigirá libre de contactos perniciosos.

Pero todo forma parte, en cierto modo, de la teoría. No cabe duda que lo mejor es adaptarse a las circunstancias presentes. Si por mucho que lo intentemos, acaba por formarse el lío, entonces habremos sido previsores montando un aparejo con topes deslizantes (nudo “uni” o con tubito neopreno), de forma que podamos trasladar la posición de partida de la hijuela de abajo hacia arriba, cerca del quitavueltas de inicio; así contrarrestaremos el problema. Otra solución es recurrir al acortamiento sistemático de la cameta, hasta aliviar dicha pega.

En caso que, con todo (no suele pasar), este sistema de montaje se muestre incompatible con el estado de corrientes y mar (puede ser temporal, en momentos de máximo movimiento, y más si se trata de mareas vivas), acudiremos a acortar la hijuela, incluso a montar dos anzuelos en tándem (el típico “paternóster”), pero esta vez con los topes siempre fijos. La combinación será la habitual, con dos brazos equidistantes y separados el uno del otro por doble distancia, para que no se toquen.



Preparación de la carnada: varias posibilidades, a ”vuelapluma”...

Ya hemos decidido, tras un largo peregrinar, la playa que presenta óptimas condiciones: las olas rompen a unos 70-80 metros, con una cadencia continua, con una altura inicial que al menos calculo en metro y medio, con fuerza y cierta velocidad, pero sin crear una corriente perturbadora.

Ahora cabe preparar la carnada. Para ello, disponemos de alguna receta:

- Es bien fácil, pues con una navaja se extrae un lomo (el proceso de salazón lo vuelve recio, muy manipulable). Luego se pliega el mismo encima del anzuelo bien con la carne o con la piel hacia fuera, aunque yo prefiero dejar la carne a la vista. Antes de ello desprenderemos las escamas, pues dificultan algo el ascado (cuidado, pues algunas estarán muy pegadas, pero no importa que queden). Con cierta pericia se aprieta el conjunto y se envuelve con vueltas de hilo elástico, hasta formar un cebo consistente, alargado y firme, que aguantará el ímpetu del lance y el impacto estrepitoso sobre el agua.



Existe otros procedimientos, cuyos resultados quizá superen al anterior:

- Le damos al filete de lomo un par de cortes que afilen el extremo posterior (hacia la cola) dejando una sección triangular. Luego pasamos el anzuelo clavándolo en el tercio anterior medio. La punta trasera afilada se pone sobre la línea y se fija con unas vueltas de elástico. Este sistema hace que esa lámina de sardina aparezca plana en el agua, lo que facilita la rotación y el efecto que hacen los peces pasto cuando giran su eje longitudinal. Además, al oponer más resistencia -pues la superficie es algo plana-, las corrientes la levantan mejor del fondo, evitándose en un grado importante el ataque de cangrejos. Tal colocación implica que se va a perder integridad, por lo que sólo es aconsejable para técnicas de lance pausadas y distancias moderadas, eventualidad muy frecuente en esta disciplina, tal y como habíamos adelantado.



- El filete, enriquecido en salmuera, muy recio, lo pasamos varias veces por el anzuelo, normalmente unas tres veces, dejando la punta del arpón a la vista. Forma tradicional en muchos lugares, simple, pero efectiva.

- Si los ejemplares de sardina son pequeños (o bien, con acertado criterio, buscamos un cebo con apariencia), tal vez se nos quede corto un solo lomo. En este caso seccionamos todo el cuerpo, por detrás de la cabeza dejando dos terceras partes hasta la cola. Luego limpiamos de tripa y presionando, extraemos la columna vertebral (sale muy bien, sin carne adherida, cuando la salmuera es eficiente). Así nos queda una lámina con los dos lomos unidos. Luego, la adosamos al anzuelo y afianzamos como siempre.



¿Lanzamos ya?...

Montaré una caña, sobre su pica o trípode. ¿El objetivo perfecto?: quizá detrás de esa cresta que se origina allá, según un cálculo aproximado a unos 75 metros. Para superar esa distancia sin esfuerzo, esta vez con el viento de frente y con la sobrecarga del cebo y el plomo, monto una bobina cargada con un 0,28 mm y un puente hasta el 0,57mm. Extraigo un terminal long-arm de conexión baja y un plomo de alambres de 120 gramos, estimo que suficiente, pues la marea es de coeficiente corto y está repuntando todavía, con lo que este modelo creo que resistirá sin problemas.

Ahora lanzamos, no sin antes acordarse de acoplar los alambres al cuerpo del plomo, ni de verificar que el hilo no se ha enmarañado en la puntera. Con este montaje, un viento ligero en contra y todo el rozamiento de la carnada y el terminal, será un juego de niños alcanzar los 80-90 metros con un simple lance lateral apoyado, más si nos hemos introducido unos pasos con el vadeador.

La otra vara, (la de 6,4 metros), se prepara con idéntico propósito, pero el tiro lo efectúo cerca, sobre las olas cercanas, en un claro donde las ondas remansan, lo que da una pista que se encuentra sobre un canalón o bañera; por ello, no quito el 0,35mm del carrete, y lanzo ahí mismo, en el rebalaje, a unos 20 metros. La plomada de alambres de 60 gramos es más que suficiente.

Y a esperar...y esperar...y esperar...

La línea se destensa, ¿será la corriente, que ha movido el plomo? no parece, pues el efecto es demasiado evidente, tal semeja que un pez haya tomado el cebo y arrancado con todo, incluido el plomo firmemente anclado. Es uno de los típicos síntomas ante la picada de la robaliza, que come y sigue hacia tierra. En este caso, tomamos la caña, bajamos la puntera, al tiempo que recuperamos sedal, hasta tensar, y en ese momento damos una eficiente clavada. Puede que siga hacia la orilla, en cuyo caso habremos de ser cautos con el freno, pues en la resaca inmediata una lubina de más de tres kilogramos es un serio combatiente que nos pondrá a prueba. Si no ceja en el empeño, la dejaremos ir unos metros y aprovecharemos una ola para depositarla encima de la arena, a nuestros pies.

Si clava fiel, lo indicará la puntera, a veces con unos leves toques; otras, las más gratificantes, con un arqueo de la cimera que subirá la adrenalina en sangre. En este caso, cumple extraer la caña del abrazo de la pica y, con suerte, el pez ya estará enganchado al arpón. Luego, una lucha que, a veces, resulta exigua, pero otras puede durar unos minutos bellos, interminables, con fugas del animal, que opone todo su cuerpo, que utiliza la corriente para evitar ser llevado a nuestro alcance.

Tengo que cortar ya, que veo unos toques en la caña más alejada. Dando estos últimos apuntes, me despido hasta otra, colegas.

ALgunas lubinas y sargos buenos

miércoles, 2 de abril de 2008

Son algunos de los peces pescados estas temporadas. Son, entonces, recientes. Un ejemplo de bonitos sargos y robalizas que me dieron mucho placer y que mantienen via la llama.



















Lubinas con sardina

jueves, 27 de marzo de 2008

Hola compañeros de O´Capote, acabo de desternillarme con los videos de Nacho, así que no os toméis esto en serio. Os pongo, en varios capítulos, un artículo que salió en Feder MAR. Va de la pesca a surfcasting con sardina de cebo, caña larga (pesca " a la asturiana") y mucha, pero que mucha paciencia, ya sabéis lo que os digo. UN abrazo.



LUBINA CON SARDINA EN PLAYAS BATIDAS



FICHA:



Cebo: sardina fresca Vs. sardina conservada en salmuera.
Especie objeto: Lubina...y otras...
Lugares: playas de arenal y con batiente.
Técnica: surfcasting pesado—medio-pesado


CEBO: SARDINA FRESCA Vs SARDINA CONSERVADA EN SALMUERA.


Media mañana, jueves de finales de julio de un año cualquiera. Unos minutos para aproximarse a la pescadería. Es temprano y la sardina de cerco no hace mucho que ha llegado a los estantes. Bien conservada sobre un lecho de hielo en escama, invita a una mirada. Un precio que ha subido, unos tres euros el kilo. La dependienta carga dos kilos de ejemplares talludos, casi vivos, en una cajita. Me dice: -“¿quiere que le eche un poco de sal?”-“¡No! -le espeto-, que son para pescar y deben ir tal cual”.

En ocasiones conseguía el clupeido mediante el favor de profesionales, con un producto inigualable por coste y calidad, pero ésta no es una posibilidad frecuente, y además, como que siempre hay que pedir el favor; por ello, me remito a una pescadera de confianza para un producto cuya base primera debe ser una exquisita frescura.

Un recipiente, en este caso una nevera portátil (es mejor cualquier cubeta siempre que disponga de tapa hermética), de unos 15 litros de capacidad; un par de bolsas de kilogramo de sal marina (de grano fino se disuelve con más rapidez); una cuchara o espumero...con estos simples medios y un poco de paciencia me voy a una playita cercana, al objeto de poner a punto la carnada.

Mejor que el agua dulce es directamente rellenar la nevera con agua de mar, que ya aporta un grado alto de salinidad. Ahora, vertemos sal a conciencia, revolviendo con intensidad, proceso exitoso, ya que el grado de disolución del cloruro sódico es muy alto. Con un kilo de sal por unos 6-7 litros de agua marina parece que ya está saturado, pues por mucho que agito quedan unos granitos en el fondo. Ya está, comprobación empírica traducida mediante un indicador tradicional: la patata. Si flota sobre el líquido, es que la salmuera está felizmente concluida.


Si hacemos la mezcla en casa, verter en la cubeta agua del grifo, fría. Normalmente (depende del tipo de agua), vierto unos 5 litros en un cubo (de cierre hermético) de los que me sobran de macizo de anchoa (bien limpio, claro está) y añado 1 a 1,5 kilos de sal, aunque siempre queda algo sedimentado, pero no pasa nada. Sin embargo resulta engorroso dar cabida a las sardinas, así que prefiero preparar la salmuera en otro recipiente (calculando para la capacidad de la cubeta), que inmediatamente deposito en el frigorífico. Cuando consigo el cebo, lo introduzco (suelo llevar unos dos kilogramos), vierto la salmuera ya preparada encima y tapo a presión, y otra vez a la nevera.

¡Verdad que es simple!

Las sardinas se depositan enteras y una vez inmersas se tapan con cualquier accesorio que evite que salgan a la superficie, pues debe estar todo su contorno en contacto con el líquido salino.
Este es un procedimiento, pero hay otros como:
-Eviscerar los peces, limpiarlos bien y quitarles el manto negro que cubre peritoneo. Es un buen mecanismo, pero no me gusta, pues para conservaciones largas puede enranciarse la carne.
-Sacar filetes e introducirlos directamente. Este método adolece de iguales inconvenientes que el citado antes.


El recipiente lo colocamos en el refrigerador doméstico, donde se ha de mantener a menos de 5-8 grados. La conservación de un ciclo de frío es fundamental, desde que la sardina sale de barco hasta que la usamos en situación de pesca. La carne se mantendrá siempre rígida y el proceso de salazón añadirá más tersura y resistencia con una mejor presentación y una larga conservación; pero, para ello, repito: mantener la refrigeración es indispensable.


Otra manera de conservar es directamente en sal; no obstante, no rinde resultados semejantes. pues la sal agrieta la carne y no la dota de la consistencia perfecta.
- Salazón directa. Se extraen lomos y se depositan en una caja o recipiente con el fondo cubierto de sal marina fina. Se ponen con la piel hacia abajo y se forma una capa. Luego se recubre de sal y preparamos otra capa.

ESPECIE OBJETO: LUBINA.


“¡Y dale que dale con la lubina! ¿es que no sabes pescar otra especie?”- me pregunto a veces...pero qué le vamos a hacer, si nací en el Cantábrico...

Y es que tan magnífico pez llena, de historietas, miles de páginas; da contenido a esas tertulias de bar y “cubata”; ameniza, con su fantasmagórica presencia, las tinieblas a surfcasting...no me canso, la verdad, y menos si acabamos por entender que es un morónido que siempre podremos detectar en las playas, mejor en los arenales donde el mar mueve el sustrato, y siempre que el teleósteo disponga de suficiente pitanza, pues ánimo no le faltará, aunque a veces...

La superficie del agua se recalienta durante el estío, la poca profundidad ayuda. Los bancos de jureles, de lanzones, de mújoles y de aligotes impúberes no tardan en poblar ese nicho ecológico, donde comparten una rica fuente de alimentos, un plancton que ha llegado a la costa y ha prendido en ella. La arena se ve soterrada por multitud de canales, de siniestros hoyos por donde pululan colonias enteras de pulgas marinas. Acá un cangrejo calavera se ve sorprendido por un golpe de resaca y asoma al aire; acullá, una lombriz se pega a esa tímida sierra, en su pozo arenífero.

engo amigos, especialistas en diversas técnicas de pesca en costa, que desconfían de esta disciplina. “¡Qué pez va a haber en la playa!” – me dicen, aún hoy en día-...y esa velada sin tirón en la puntera, de ducha a las 6 AM, y de inquieto dormir, me hace darles -sólo en parte- la razón. Yendo al surfcasting, y menos en pos del róbalo, nunca es sinónimo de éxito, dado lo errático de su comportamiento. La roballiza entra a las playas, con preferencia durante la época cálida, es decir, cuando más alimento se encontrará a su disposición en estos lugares. Además, el día no invita más que a permanecer en un refugio seguro, tal vez alguno de los bajos que bordean la planicie, esperando el ocaso. Cuanto mejor tiempo de veraneo haya durante las horas de luz, será más probable topar con algún ejemplar en la velada. No es que en invierno desaparezca, pero sí es cierto que, entre que es época de desove y que la temperatura baja, y que el mar ya va más movido y la noche más larga, se permite una dilatación en la actividad, por lo que nuestras posibilidades desde el rebalaje irán en detrimento.

Sin perder de vista que esta disciplina puede ser (si nos ceñimos al “guión”), asaz específica, no descartaremos la presencia de otras variedades marinas: Rayas (“Raja spp”) como la de la foto (Raya bastarda “Raja microocellata”); Pintarrojas y Alitanes (Scyliorhinus spp); algún –bienvenido- pez plano, de los Scophtalmidos como el Rodaballo “Psetta máxima” y la Solla “Pleuronectes platessa” y de los Soleidos, como la Acevia “Buglossidium luteum” y el Lenguado “Solea vulgaris”; también sargos “Diplodus spp”(siempre grandes, pues los pequeños suelen picar pero no clavan); y algún congrio (“Conger conger”) despistado por el arenal.



Sigue...